Un cuento muy bien pensado que quizá solo entiendan los músicos, pero tiene muchos terminos que puede entender cualquiera, así que espero que todos pouedan entender los chistes n_n:
Busco quedar ligado a una mujer, sea blanca o negra, no importa, de figura
afinada o por lo menos armónica, acorde a mis ritmos, alegre ma non troppo y
que hubiese incorporado ciertos adagios, cuerda (que no le falle la clavija,
se salga de pista, ni que le dé a la caña cuando le preste las llaves), que
no hable en claves antiguas ni tenga ganas de escorchear con temas de
motivos repetitivos ni se haga la sordina cuando sea necesario, hacer puente
(respetando mis silencios y espacios o sabiendo leer entrelíneas) y que, sin
forzar unísonos ni barras divisorias, esté a tono con mis ideales sin la
violencia de batir el parche sino dando siempre la nota compás y, en lo
posible, sin costos adicionales.
Yo la tengo clarinete: siempre y cuando no sea una trompeta, me chamuye
sobre un triángulo o venga con el bombo, a mí me importa un corno si carece
de guitarra, aunque sería mejor que viniera contrabajo para no tener que
pasar el platillo en algún transporte.
De elegancia clásica con algún toque rococó y sin falsos
impresionismos, romántica, de edad media aunque contemporánea, que cuando la
vean todos digan "¡a la flauta!", luminosa como un sol, poseedora de un
registro superior notoriamente engrosado, los medios más bien planos y bajos
sólidos de buenos cantos, se apreciará grandemente que gobierne la técnica
de soplido con la lengüeta (con labios firmes embocadura) y la de ambas
manos, manejando el repertorio académico sin descuidar ser popular, no sólo
en la posición fundamental sino también en todas las inversiones con sus
respectivas variaciones y movimientos, eludiendo ser dominante sino mediante
su ser sensible carente de alteraciones, con experiencia en haber sostenido
relaciones moduladas sin demasiados bemoles.
afinada o por lo menos armónica, acorde a mis ritmos, alegre ma non troppo y
que hubiese incorporado ciertos adagios, cuerda (que no le falle la clavija,
se salga de pista, ni que le dé a la caña cuando le preste las llaves), que
no hable en claves antiguas ni tenga ganas de escorchear con temas de
motivos repetitivos ni se haga la sordina cuando sea necesario, hacer puente
(respetando mis silencios y espacios o sabiendo leer entrelíneas) y que, sin
forzar unísonos ni barras divisorias, esté a tono con mis ideales sin la
violencia de batir el parche sino dando siempre la nota compás y, en lo
posible, sin costos adicionales.
Yo la tengo clarinete: siempre y cuando no sea una trompeta, me chamuye
sobre un triángulo o venga con el bombo, a mí me importa un corno si carece
de guitarra, aunque sería mejor que viniera contrabajo para no tener que
pasar el platillo en algún transporte.
De elegancia clásica con algún toque rococó y sin falsos
impresionismos, romántica, de edad media aunque contemporánea, que cuando la
vean todos digan "¡a la flauta!", luminosa como un sol, poseedora de un
registro superior notoriamente engrosado, los medios más bien planos y bajos
sólidos de buenos cantos, se apreciará grandemente que gobierne la técnica
de soplido con la lengüeta (con labios firmes embocadura) y la de ambas
manos, manejando el repertorio académico sin descuidar ser popular, no sólo
en la posición fundamental sino también en todas las inversiones con sus
respectivas variaciones y movimientos, eludiendo ser dominante sino mediante
su ser sensible carente de alteraciones, con experiencia en haber sostenido
relaciones moduladas sin demasiados bemoles.
Que después de cenar la cazuela y con naturales crescendos y accelerandos no
tenga dificultades en la tertulia para decir que sí, disfrutar trémolos y
vibratos en el foso con el que la viola y llegar al paraíso, aunque sea de
parado (en vez de andar diciendo por las noches "que la cabeza melodía"
dejándome de puntillo y trinando). Por lo que tendrán especial consideración
las que carezcan de inconvenientes para llegar repetidamente a casilla uno
y, después de varios da capo, puedan anunciar el brioso final pasando
decididamente a la coda.
Esta Sílfide, Giselle, Carmen, Bella Durmiente, Elegíaca del Destino,
Heroica y Patética, que desayuna galletitas Ópera y unta La Traviata,
seleccionada entre 1812, que a los 15 años en un picnic estudiantil tuvo su
primera Consagración de
Fígaro con un verdadero Príncipe Igor, quien en
sólo El Anillo de los Nibelungos sino todo El Oro del Rhin y collares de
Corales, y que, evitando su fuga y tras varias tocatas, se compromete a
hacerle conocer
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